domingo, 5 de abril de 2009

[ Libre derecho de decidir ]

Una conocida mía se enteró, el año pasado, que estaba embarazada. Estaba feliz. Empezó a soñar con nombres para su bebé, especular con qué sexo tendría, pensar cómo sería. La ilusión se desmoronó a los pocos meses: el bebé venía con una deformidad congénita masiva que haría imposible que sobreviviera fuera de la matriz. Específicamente, el bebé estaba desarrollando sus órganos (corazón, hígado) fuera de su cuerpo, por lo que al estar fuera de la madre moriría.





Además de esta demoledora tragedia, la mujer sufría otro infortunio más: vive en chile. Dicho país está entre el tres por ciento de países occidentales donde todas las formas de aborto son ilegales, incluyendo el aborto terapéutico.Así, esta mujer pasó meses cargando en su vientre un niño condenado a morir. Imposibilitada de no sentir amor o apego con el ser que crecía en su vientre, todo el embarazo fue un luto cruel, largo e insensato, producto de una de las últimas joyitas de la dictadura pinochetista.

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