miércoles, 2 de abril de 2008

Sueño efímero




Anoche soñaba, soñaba que soñaba contigo y no sabía el porque. Sabía que quería estar contigo, en sueños te sentí.




Tú, yo y mi cama, todos en frenesí. Anoche soñaba contigo, anoche estaba contigo, sentía tu aroma, podía descifrar cada una de tus siluetas, podía sentir tu calor a través de las sábanas, respiraba tu aliento, alimentaba tu pasión.




Sabía que esto tenía que terminar en algún momento, sabía que no podía controlarlo, pero aún así todo era tan real, todo estaba ahí. Me revolcaba de un lado a otro buscando una de tus caricias, q alguno de tus ángulos rozara con los míos, y podía percibir que ambos queríamos lo mismo. Todo cada vez se iba haciendo más intenso, más salvaje.




Yo tenía calor, tenía muchísimo calor, más tenía miedo de despegar las sábanas de mi cuerpo, no quería perderte ni por un instante, quería que el éxtasis durara para siempre. Ni siquiera puedo recordar cómo todo empezó, sólo había estado todo el día pensando en ti, en tu maldito rostro, en tu maldita forma.




Sabía que no podía resistir un solo momento sin tenerte entre mis brazos, quería q me pertenecieras para siempre. La ilusión es siempre la mejor amiga, la más sabia, la más astuta, la más perversa. Todo pasó tal y como tenía que pasar. Apareciste en mi cuarto, sabía que eras tú, descifraba en tu rostro que ambos queríamos lanzarnos sobre el otro, salvajemente, tiernamente, vorazmente, más preferiste acercarte suavemente y me dejaste prendado con un de tus besos.




Esos suaves y dulces labios que tocaron los míos y q encendieron internamente la llama del deseo por ti. Preferiste que fuera a oscuras, ambos podíamos adivinarnos mutuamente, todo sería un misterio, un misterio carnal. La evolución fue rápida, pasamos de lo discreto a lo impropio, de lo decente a lo indiscreto y a un sin fin de acciones que la lengua por más culta q sea no puede expresar.




No porque sean cosas perversas, si no porque son cosas de la carne, cosas que sólo los humanos podemos entender pero no podemos explicar, aquello de lo q cada quien goza sin decirlo a los demás, más sólo lo dice cuando tiene q hacerlo, cuando grita por él. Sentía tus caricias por todo mi cuerpo, me tenías prisionero entre las sábanas y yo sólo me dejaba llevar por el momento.






Podía sentir la opresión q causaba sobre mi pecho tu cuerpo, aquel cuerpo q me parecía tan perfecto, y sin embargo no quería perder ni un milímetro de ti, podía pasar así toda la eternidad. Las caderas, las piernas, los muslos, los brazos, los labios, todo se iba uniendo en una sinfonía de pasión, de pasión interminable.




Parecía como si nuestro cuerpos estuvieran hechos para encajar uno en el otro, todo era preciso, exacto, hermoso, delicioso. Deseaba oír tu voz, quería q dijeras aquellas palabras con las q quedaste en mi mente para siempre, quería sentir tu aliento endulzando mi rostro, y, de repente, abrí los ojos para buscarte.




Los había tenido cerrados desde q todo había empezado, no me había percatado de aquel detalle, me tenías tan embelesado en tus brazos que todo había sido perfecto, aún sin verte. Abrí mis ojos para sentir tu rostro entre mis manos, y todo se volvió confuso. Hace un minuto habías estado conmigo, ahora ya no estabas aquí.




Por un momento pensé q mis ojos se tenían sólo q ajustar a la deficiente luz, q ahí te encontraría riéndote de mí, pero sólo estaba el vacío de la oscuridad y mi cama. A pesar de q no estabas ahí, aún te podía sentir, sentía tu presencia, y no me atemoricé.




Creí a aquello era un encuentro más allá de lo plausible, pero no importó, sin tu presencia o con ella, nuestro encuentro seguiría, toda la noche




porque ahí estabas, entre mis sábanas




entre mis manos




entre mis sueños...

1 comentario:

Mario Vela dijo...

me encantan sus post

los sueñoooooss..

que haria sin mis extraños, interminable sueños

bueno padre cuidese
nos vemos pronto